domingo, 19 de octubre de 2014

El Perro Delator

Una pareja se muda a vivir a una casa de campo muy cercana al bosque. El marido comenzará entonces a pasear rutinariamente a su perro todas las tardes, hasta que unas extrañas desapariciones sacudirán el pueblo donde viven…

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Julián y Marta eran una pareja feliz que desde hace un año se había mudado al campo, el lugar era perfecto para que Julián se pudiera dedicar a escribir su novela sin ser molestado y Marta se dedicara a la pintura. Aquello era su afición y, desde hacía un par de años, su medio de vida, ya que había comenzado a exhibir su arte en diversas galerías y cada vez era más cotizada y conocida.Ambos estaban encantados con su nuevo hogar ya que estaban lo suficientemente cerca del pueblo como para poder realizar las compras o salir a cenar fuera, pero la finca era privada y eso les daba la privacidad que necesitaban para sus trabajos, y alejaban a visitantes molestos e inoportunos.La pareja además estaba muy enamorada y habían empezado a hablar de ampliar la familia. La idea de que sus hijos se criaran en un ambiente tan protegido y entre la naturaleza era algo que a ambos les encantaba. La convivencia además iba viento en popa, Julian era la persona más ordeanda y disciplinada que Marta había conocido en toda su vida. Metódico y detallista, tenía una rutina casi militar. Todas las tardes salía a correr junto a su perro, un paseo que encantaba al animal porque siempre llegaba feliz y agotado de tanto esfuerzo. Sin embargo la paz que tenían parecía estar a punto de acabar…

Desde hacía varias semanas se habían empezado a dar extrañas desapariciones en el pueblo, varios coches de turistas o gente que estaba de paso se quedaban estacionados por largos plazos de tiempo sin que sus dueños regresaran a reclamarlos. Eso al principio no parecía molestar a nadie pero en un pueblo pequeño siempre se comenta todo y el misterio parecía ir a más cada vez. Ya eran más de una docena los coches estacionados en la gasolinera y calles más alejadas del centro. Llegó un punto en el que la preocupación de algunos habitantes fue tal que llamaron a la Policía para que investigara los sucesos.

Las autoridades poco pudieron aclarar del asunto, las propietarios de los vehículos habían desaparecido e incluso había denuncias de familiares reclamando que se realizara una investigación. Lo único que pudo encontrar la Policía, fue restos de sangre en uno de los vehículos, poca cantidad, como si alguien hubiera arañado a su agresor y luego se agarrara al asiento. Los restos estaban deteriorados y en el pueblo no había equipo suficiente para hacer una prueba de ADN, por lo que llamaron a la ciudad para que mandaran a un investigador. Julián estaba muy preocupado por Marta y cada vez que ésta tenía que ir al pueblo, siempre se ofrecía a acompañarla; aún así, pasados unos días, casi sin darse cuenta regresaron a su rutina. Hasta que una tarde…

Julián había salido a su habitual paseo con el perro hacía casi cuatro horas y Marta estaba muerta de miedo, él siempre se negaba a llevarse su teléfono cuando salía a trotar, por lo que no tenía forma de localizarle. Llamó a un par de conocidos en el pueblo pero nadie parecía haberle visto, estaba a punto de buscar una linterna para adentrarse en el bosque en su búsqueda cuando apareció cojeando por la puerta con el perro con la boca manchada de sangre.

Estaba totalmente arañado y cojeaba de su pie derecho, pero lo más inquietante era un corte que Julián tenía en uno de sus brazos, un corte tan profundo y limpio que parecía hecho con algún tipo de cuchillo. Marta le abrazó y le besaba muerta de susto.

- Mi amor ¿qué te ha pasado? ¿cómo te has hecho esto?.
- Estaba paseando con Cronos (el nombre del perro) cuando ha aparecido un jabalí, el animal debía estar herido o algo porque me ha atacado. Corriendo entre los árboles me he raspado con las ramas, hasta que me he torcido el tobillo y he caído al suelo. En ese momento el animal me ha herido en el brazo y, si no hubiese sido por Cronos, probablemente no lo hubiera podido contar. Se ha portado como un valiente atacando al jabalí y haciéndole huir.

Marta estaba realmente asustada, casi pierde a su marido y no se había dado cuenta, el pobre debía haber pasado un calvario para poder llegar hasta su casa con esa torcedura en el tobillo. Llamó al médico del pueblo y limpió las heridas de Julián.

El doctor no tardó ni veinte minutos en estar en su casa y diagnosticó lo que ambos se temían, tenía un esguince en el tobillo y necesitaría al menos dos semanas de reposo absoluto si quería recuperarse del todo. Pero lo que más le llamó la atención al médico fue el corte del brazo, nunca había visto un corte tan limpio, era casi perfecto. Cosió la herida y les prometió volver en un par de días para ver la evolución de los puntos y evitar que se infectara. Les dejó unas gasas limpias y un antibiótico, así como las indicaciones de cómo cuidar los cortes y el tobillo.

Tanscurrieron unos días y Julián se encontraba mejor, aún no podía levantarse de la cama pero los amorosos cuidados de Marta le estaban ayudando a recuperarse muy rápidamente. El que parecía otro era Cronos, el perro, no quería comer nada y cada vez estaba más agresivo. La verdad es que Marta nunca se encargaba del perro, era Julián quien siempre le daba de comer y le sacaba a pasear.

Cronos era un imponente ejemplar de doberman, una raza de perro que requiere mucho ejercicio, y Marta lo sabía. Así que aprovechando que Julián se durmió una siesta, decició salir a pasear con el animal, un paseo no muy largo ya que le daba miedo adentrarse en el bosque sabiendo que el jabalí podía seguir por allí.

Le puso la correa y casi sin darse cuenta el animal comenzó a guiar el camino, Marta podía a duras penas seguir el ritmo del perro que tiraba con fuerza de la cuerda que le sujetaba. La estaba adentrando en el bosque más de lo que ella quería, pero era incapaz de sujetar al animal y esperaba que éste se cansase de remolcarla. Hasta que finalmente el animal se soltó y salió corriendo.

Marta corría detrás de él pero Cronos era mucho más rápido, por suerte para ella unos cincuenta metros más adelante había una pequeña cabaña, casi escondida entre las rocas, en la que se adentró el perro. Probablemente era la cabaña de un cazador y el animal la había llevado allí guiado por el olor de algún animal muerto.

Al acercarse un fuerte olor a podredumbre le golpeó en la nariz, era el mismo olor que tiene la carne al descomponerse, era tan insoportable que ni tapándose la nariz podía disimularlo. Empezó a gritar desde fuera de la cabaña para que saliera el perro, pero éste no obedecía, por lo que al final tuvo que ser ella quien entrara.

Todo estaba bastante oscuro pero pronto se dio cuenta que Cronos estaba a pocos metros de la entrada comiendo algo en el suelo, cuando se acercó pudo ver que lo que parecía un bulto era en realidad el cuerpo de una persona. Asustada, comenzó a andar hacía atrás hasta que sin darse cuenta se tropezó contra un armario, el golpe provocó que un parde frascos de cristal cayeran al suelo, al estallar contra el pavimento decenas de ojos humanos salieron rodando por el suelo y se levantó un fuerte olor a alcohol. Marta comenzó a vomitar, el espectáculo era repugnante y cuanto más se fijaba en el interior de la cabaña, más macabro resultaba todo.

Habían restos humanos desperdigados por toda la cabaña, sobre una mesa de madera había varios tipos de cuchillos y hachas con los que alguien parecía haber estado descuartizando a sus víctimas. En una de las esquinas había algo que enseguida le resultó familiar a Marta, una motosierra que ella misma había regalado a Julián y decorado con sus pinturas para simular un simpático pez sierra.

Todo empezaba a cuadrar en su cabeza, los metódicos paseos de su marido cada tarde, la forma en la que el perro la había guiado directamente hasta el lugar, cómo el animal se había negado a comer durante días y cada vez estaba más agresivo, las desapariciones que habían comenzado poco tiempo después de su llegada al pueblo…

Marta lo sabía, no necesitaba que nadie se lo confirmara, su marido era un asesino y utilizaba esa cabaña para descuartizar y esconder los cadáveres de sus víctimas. Cada insignificante detalle que antes había pasado por alto, parecía llevarla siempre a la misma conclusión.

Asustada, salió corriendo en dirección al pueblo, no era complicado para ella guiarse por la zona porque había un par de montañas que la servián de guía y la orientaban en la dirección correcta. Una hora y media después regresó a la cabaña con una docena de hombres del pueblo entre los que estaban un par de policías.

Al llegar allí, más de uno de esos hombretones de campo empezaron a temblar como niñitas. Al iluminar el interior de la cabaña con sus linternas, el espectáculo que vieron les heló la sangre. Todo era mucho peor de lo que había descrito Marta, había restos humanos de al menos veinte personas, algunos habían sido preservados en alcohol y otros colgaban de ganchos con el cuerpo parcialmente devorado por el perro.

Un policía se acercó al cuerpo que había tendido en el suelo, era el más reciente y parecía que le habían asesinado y habían tenido que salir huyendo, en una de sus manos sujetaba un revólver al que le faltaban un par de balas, probablemente había disparado al asesino cuando éste le sorprendiera investigando en su cabaña. El hombre era el investigador enviado desde la ciudad y parecía que la causa de su muerte había sido que Cronos le había desgarrado la garganta.

A los pocos minutos un dispositivo policial se presentó en la casa de Marta y Julián, pero Julián había desaparecido del lugar dejando todas sus pertenencias. Probablemente el perro, al regresar a casa con la boca ensangrentada, le advirtió que su guarida había sido descubierta, o tal vez es porque en un pueblo pequeño siempre se comenta todo…

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