martes, 31 de marzo de 2015

Diefenbach, el artista profeta

En las últimas décadas del siglo XIX, la aparición del movimiento simbolista –y el decadentismo, en su versión literaria– abrió la puerta a la difusión de la obra de artistas excéntricos e interesados por cuestiones poco ortodoxas, como el ocultismo, la metafísica o el satanismo.
Ese mismo “caldo de cultivo” fue el que nutrió a un pintor alemán hoy poco conocido, Karl Wilhelm Diefenbach, pero que en su época cosechó un enorme éxito a pesar de verse envuelto continuamente en la polémica.
Diefenbach se formó como artista en la Academia de Bellas Artes de Múnich, y fue allí donde dio sus primeros pasos como pintor, al tiempo que comenzaba a interesarse por las ideas del movimiento reformista Lebensreform, caracterizado por la búsqueda de una vida en armonía con la naturaleza y la defensa de la dieta vegetariana, entre otros ideales.
Así, a la vez que se convertía en un ardiente defensor de la vida en comunidad, del nudismo y el vegetarianismo –corrientes de las que fue pionero–, Diefenbach fue desarrollando su discurso plástico vinculado al simbolismo a través de la pintura y la poesía.
Retrato de Karl Wilhelm Diefenbach | © Studio Lichtwert, Eschwege.Retrato de Karl Wilhelm Diefenbach | © Studio Lichtwert, Eschwege.Inspirado por estos ideales estéticos y sociales, el artista alemán creó en 1882 su primera comuna, bautizada como sociedad Menschheit, donde convivió en comunidad con otras personas con inquietudes artísticas y filosóficas similares. Sin embargo, no fue hasta cuatro años más tarde cuando fundó una comuna de pilares mucho más sólidos,‘Humanitas’, en el sur de Alemania, donde comenzó a mostrar ya otras inquietudes vinculadas con ideas teosóficas, y donde promulgaba el amor libre, el rechazo a las religiones establecidas –aunque siguiendo las enseñanzas de Cristo– y la conexión con la naturaleza.
Por aquellos años Diefenbach se había transformado ya en todo un “profeta”, un maestro espiritual que estaba convencido de la capacidad del arte como camino de iluminación espiritual para alcanzar la Verdad y la conexión con Dios.
Para el alemán, las leyes naturales eran la única manifestación certera de la divinidad, y el arte y la convivencia en la naturaleza, como “hombres-animales”, el único camino para despertar la chispa divina que reside en el interior de cada ser humano. Así, su comuna ‘Humanitas’ –que fue cambiando de localización y de nombre con el paso del tiempo–, terminaría convirtiéndose en un ejemplo a seguir por comunidades naturistas y movimientos utópicos posteriores, como la de Monte Verità, en Suiza.
En 1891, sus llamativos ideales sociales y espirituales habían alcanzado cierta difusión, pero fueron sus creaciones artísticas las que acapararon en principio una mayor atención. De hecho, ese mismo año, la Österreichische Kunstverein (Asociación de Arte de Austria) invitó a Diefenbach a realizar una exposición de su obra en Viena.
La muestra se inauguró en febrero de 1892 y, para sorpresa del propio artista y de los organizadores, se convirtió en un éxito sin precedentes en la capital vienesa. La exposición iba a tener inicialmente una duración de tres meses, pero a la vista del éxito de público, los organizadores decidieron posponerla de forma indefinida. Cuando en noviembre de ese año se clausuró definitivamente, la exposición de Diefenbach había visto pasar a casi 80.000 visitantes.
La exposición –con el evocador título de ‘El espíritu de Dios en la Naturaleza’– estaba compuesta en su mayor parte por paisajes de colores vibrantes y llamativos que buscaban transmitir las llamativas ideas espirituales de Diefenbach.
El éxito de la muestra favoreció que el pintor-profeta vendiese un gran número de cuadros y le proporcionó una fama que más tarde le atraería un buen número de interesados a su comuna‘Himmelhof’, que Diefenbach decidió establecer entre 1897 y 1899 en Ober Sankt Vest, a poca distancia de Viena.
Diefenbach (centro), rodeado por varios miembros de la comuna Himmelhof.Diefenbach (centro), rodeado por varios miembros de la comuna Himmelhof.
Antes de esa nueva etapa de vida en comunidad –que gozó del apoyo de personalidades como la futura premio Nobel de la paz, Bertha von Suttner o del escritor Michael Georg Conrad–, Diefenbach vivió sin embargo algunos altibajos en su “misión” espiritual. Tras un desengaño con una de sus comunas, el pintor y líder religioso decidió poner rumbo al sur de Europa.
Durante su viaje, Diefenbach recibió un encargo para pintar una pintura de Cristo para la duquesa Ferrari y el príncipe Borghese, quienes quería decorar la capilla privada de su residencia en el Lago di Como. Tras cumplir con la tarea, el pintor rechazó el dinero de la duquesa, y cambio le solicitó ayuda para viajar a Egipto en compañía de su familia.
Y así fue. Gracias a la pintura de Cristo, Diefenbach consiguió viajar hasta el país de los faraones, en lo que él bautizó como su personal ‘Huida a Egipto’. Durante un tiempo estuvo alojado en un hotel de El Cairo, y de nuevo el éxito volvió a llamar a su puerta. Tras exponer algunas de las obras que había pintado durante su paso por los Alpes, decidió invertir los beneficios en la compra de una casa en Matarich, cerca de donde se había levantado la antigua Heliópolis.
Allí, tras largas horas de meditación en los límites del desierto, Diefenbach alumbró la idea de construir un templo propio, bautizado con el nombre de ‘Humanitas’, y diseñado con la forma de una esfinge. El artista consiguió el permiso de las autoridades –que le cedieron gratuitamente el suelo– para construir su templo, pero su sueño nunca se cumplió, pues poco después las dificultades económicas le obligaron a regresar a Viena.
Fragmento del friso 'Per aspera ad astra', de Diefenbach | ©Stadtmuseum Hadamar / Norbert Miguletz.<div class=page title=Page 7><div class=layoutArea><div class=column></div></div></div>
Fue entonces cuando estableció de nuevo su comuna, que estuvo en funcionamiento durante dos años. En ‘Himmelhof’ vivían en comunidad unas veinticinco personas, contando hombres, mujeres y niños. Entre sus miembros estuvieron viviendo bohemios, artistas –entre ellos Frantisek Kupka, literatos, y durante un tiempo la comuna gozó de la simpatía de los habitantes de la zona.
Sin embargo, no tardaron en surgir voces críticas que consideraban inmoral la presencia de aquel grupo que defendía el vegetarianismo, el nudismo y el amor libre. A las denuncias de inmoralidad se sumó la bancarrota de la comuna, incapaz de seguir financiándose de forma autónoma y Diefenbach, desmoralizado, decidió abandonar Viena para siempre.
Su intención era dirigirse a la exótica India, pero el azar quiso que estableciera su última morada en la isla italiana de Capri. Hasta allí le acompañaron un pequeño puñado de discípulos, y allí falleció en 1913, para caer en el olvido durante décadas. Hoy sus pinturas vuelven a ser valoradas por críticos e historiadores, y su obra maestra, un friso de 70 metros de longitud titulada ‘Per aspera ad astra’(Por el esfuerzo, hacia a las estrellas) se mantiene como un símbolo de sus ideales artísticos y espirituales.

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