lunes, 4 de abril de 2016

¿Qué pasaría si la jornada laboral en España acabara por ley a las seis?

Gráfico informativo horarios laborales. / EL MUNDO GRÁFICOS

Jornadas eternas, horas calentando silla sin por ello obtener unas buenas cifras de productividad, problemas para conciliar la vida personal y familiar y consecuencias sobre la salud. El asunto de los horarios laborales en España es un tema tan recurrente como hablar del tiempo en una conversación de ascensor. Está, además, íntimamente relacionado con el debate en torno a un huso horario que nos equipara a los alemanes en la hora que marcan los relojes [no así en otras cosas, como la jornada laboral], y nos lleva a acometer cualquier actividad una hora más tarde de lo que piden nuestros biorritmos, los mismos que los de británicos o portugueses, nuestros compañeros de meridiano.

El último en alimentar el debate ha sido Mariano Rajoy, quien este fin de semana ha prometido [si gobierna en la próxima legislatura] medidas como la finalización de la jornada laboral a las 18.00 horas o el cambio del huso horario para que España tenga el del meridiano de Greenwich.

El presidente en funciones retoma un tema profusamente debatido, que se trató en el Congreso en 2013 y sobre el que han expresado su preocupación asociaciones, partidos políticos y hasta la prensa internacional. También lo hacen los propios empresarios, si bien, a la hora de la verdad, son contadas las excepciones (como la de Iberdrola) en que se toman medidas reales para llevarlo a la práctica. "El cambio depende de los directivos y mandos intermedios de las empresas. Y para hacerlo, lo primero es querer hacerlo", señala la catedrática Nuria Chinchilla, profesora del IESE, experta en conciliación y una de las principales abanderadas del cambio de horarios en España. Una voluntad que no siempre existe y una práctica vinculada al sistema de jornada partida heredado de la época del pluriempleo, en la posguerra, cuando se tenía un empleo de mañana y otro de tarde.

Una ley como la Antitabaco
¿Cómo llevar el cambio a la práctica entonces? "Lo primero es aprobar una ley de horarios laborales que, más que sancionar, incentive a las empresas que lo hacen bien", afirma Chinchilla. Una ley al estilo de la Antitabaco, que obligue a todos los implicados a aplicarla al mismo tiempo, y que debería ir ligada al regreso al huso horario de Greenwich. "Es la única vía para cambiar una cultura muy asentada. Llevamos un lastre de muchos años haciendo las cosas de una manera que nos impide seguir los ritmos biológicos y poder realizar otras actividades diferentes a las laborales".

Se refiere a esos ritmos biológicos que se rigen por la hora solar, y no por la del reloj, y que convierten a España en la excepción europea con cenas a las 22.00 horas, un 'prime time' televisivo que a veces se prolonga hasta la madrugada y nos impide dormir las ocho horas recomendadas, y unos horarios laborales con desayunos a media mañana, pausas de dos horas para el almuerzo y largas tardes en la oficina, que impiden tener tiempo para poder hacer "algo" después del trabajo y antes de cenar y meterse a la cama. "Algo" fundamental para la salud mental y para tener un equilibrio, afirma Chinchilla. Y para tener buena salud: más de 55 horas semanales en el puesto laboral pueden dañar las arterias y aumentar el riesgo de ictus en un 33%.

Y para conciliar. Horarios laborales que poco tienen que ver con los escolares y que no solo provocan que los padres no pasen el tiempo deseable con sus hijos, sino que sean terceras personas, como los abuelos o cuidadores, los que se ocupen de los niños. "Ser padre ahora mismo en España es un heroísmo: no tenemos tiempo ni energía". "La mujer", explica Chinchilla, "se incorpora a un mercado laboral de hombres, hecho y pensado para hombres. Pero esos hombres ahora también quieren ser padres, y tener una vida fuera del trabajo".

La profesora insiste en la necesidad de que el cambio de jornada sea por ley. "Las empresas que lo están haciendo bien ganan de entrada, porque mejoran en atracción y fidelización del talento, tienen plantillas más estables... Pero es necesario que sea un pacto global con todos los agentes implicados: comercio, educación, empresarios, expertos...". Pone como ejemplo el trabajo en torno a la ley catalana de horarios. Por supuesto, siempre habrá excepciones, como los sectores que trabajan 24 horas y que tienen turnos. "No se trata de obligar a nadie, sino de dar opción a que la gente tenga una vida más racional y tranquila, y que cuando se dedique a trabajar, trabaje".

¿POR QUÉ HACEMOS TODO TARDE?

- Por el huso horario

El actual huso horario español es el GMT+1 en invierno y el GMT+ 2 en verano. Un huso -el central- que no se corresponde con la situación geográfica de España, en el occidente europeo y atravesada por el meridiano de Greenwich. Esta anomalía se debe a una iniciativa impulsada por Alemania al comienzo de la II Guerra Mundial, que buscaba aprovechar al máximo la luz solar extra de primavera y verano, y que impuso "su hora" a Francia tras invadirla. Reino Unido, Portugal y España secundaron la medida, si bien los dos primeros volvieron después al huso occidental, pero no así España.

Esto provoca que España actualmente tenga la misma hora que Francia, Alemania e Italia, y que no coincida con su hora solar. De ahí que en las regiones más occidentales, como Galicia, en los días más largos de verano no anochezca hasta cerca de las once. Y de que comamos tarde: los españoles siguen almorzando a la una de la tarde solar, que equivale a las 14.00 horas en invierno y las 15.00 en verano. Y cenamos a las ocho solares, que son las 21.00 en invierno y las 22.00 en verano. Y de que hablemos de "mediodía" cuando nos referimos a las dos de la tarde y no a las doce de la mañana.

"Si no realizásemos el cambio de hora, acercaríamos nuestra hora oficial a la solar y eso facilitaría el cambio de algunos hábitos para mejorar nuestra calidad de vida. Nos podríamos seguir levantando a la misma hora pero no tendríamos que esperar a que amaneciese, las comidas se adelantarían y aumentaría la productividad, además de facilitar las exportaciones españolas a los mercados europeos", afirman desde la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE).

"Si comemos a las 2-3 y cenamos a las 9-10, lo lógico sería empezar a trabajar a las 10-11 de la mañana", explica Nuria Chinchilla. Sin embargo, esto no es así, por lo que los españoles duermen una hora menos de las ocho recomendadas por la OMS y de ahí que vivan en un permanente 'jet lag'. Algo en lo que también influye el horario del 'prime time' televisivo, entre las 22.00 y la 1 de la madrugada.

- Por la jornada partida

Esta modalidad, tan característica del mercado laboral español, tiene su origen en la carestía de la posguerra, que llevó a muchos trabajadores al pluriempleo. Por la mañana, un trabajo hasta las dos o las tres y otro por la tarde hasta bien entrada la noche. Este es el origen también del horario hasta las 14.00 horas de la Administración Pública y la Banca.

- Por las dos horas de almuerzo

Aunque bastarían 45 minutos, son muchos los trabajos que imponen un parón de dos horas (a veces incluso tres) a mediodía, lo que provoca retrasar la hora de salida. Desde ARHOE abogan fomentar la jornada continua, suprimir "el desayuno a media mañana", dedicar una hora como máximo al almuerzo y que éste se adelante a la una, de forma que la jornada de tarde se retome a las 14.00 horas

- Por la cultura del "presentismo"

Horas calentando silla en la oficina sin repercusión en la productividad. Al revés. Según Eurostat la productividad por hora de los españoles es de 107,1 puntos, lejos de los 124,8 puntos de Alemania o los 132,5 de Bélgica."Si uno sabe que no va a salir de la oficina hasta las ocho o las nueve, es más probable que pierda el tiempo", apunta Chinchilla. Y de que se haga un parón para desayunar en lugar de acudir "desayunado" de casa.

- Por el 'prime time'

Telediarios, partidos de fútbol y programas estrella de las cadenas empiezan tarde porque salimos tarde de trabajar. Y llevan a no dormir las horas recomendadas, dado que la hora de entrada al trabajo es la misma que en otros países europeos: las ocho o las nueve.

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