lunes, 28 de marzo de 2016

Los riesgos de calmar a los niños con el teléfono móvil

La situación se complica, la rabieta del niño se nos va de las manos. Estamos en un lugar público, no queremos dar el espectáculo, necesitamos que deje de llorar inmediatamente para seguir con nuestras tareas. Sin pensarlo dos veces, sacamos del bolsillo un smartphone, conectamos a toda carrera con Youtube y contentamos al retoño con un capítulo, mil veces repetido, de su serie de dibujos animados favorita. Después de la tempestad, llega la calma.

Este escena tan habitual en cualquier casa, centro comercial o parque, esta escena tantas veces repetida para tratar de tranquilizar a un niño que no para de llorar con un smartphone, esconde peligros que pueden complicarnos el ya de por sí ignoto camino de la educación.

Calmar a los niños con el móvil

Así se desprende de un estudio recién publicado por un equipo de investigadores del Hospital Infantil C.S. Mott, de la Universidad de Michigan. Las conclusiones extraídas tras una profusa investigación con cerca de 150 familias es que cada vez son más los padres que recurren a las nuevas tecnologías como una vía rápida y eficaz para calmar el estado de ánimo de sus hijos. Y los indicadores extraídos de la investigación académica demuestran que, en los niños con comportamientos sociales más problemáticos, el uso de las nuevas tecnologías como tranquilizante se multiplica.

Los riesgos de utilizar este sistema, el de dar un smartphone o una tablet, para lograr el silencio donde hace solo unos minutos había un verdadero berrinche son dobles. Por un lado, está el consabido exceso en el uso de este tipo de dispositivos, en particular entre niños pequeños. Debemos alertarnos en cuanto comprobemos que pasan más de 30 minutos diarios frente a la pantalla y que los dispositivos digitales se han convertido en su juguete favorito, aquel del que no puede prescindir.

Consecuencias

Pero aún hay un riesgo mayor con importantes consecuencias a largo plazo. Gestionar una fácil solución a un llanto descontrolado mediante el uso de nuevas tecnologías es un parche momentáneo con graves consecuencias futuras. Lo que explica el equipo de la doctora Jenny Radesky es que esta actitud no resuelve el problema sino que lo enmascara centrando el foco de atención del niño en otra realidad, es decir, distrayéndolo.

Pero aunque los síntomas del problema, en efecto, queden silenciados, tanto niños como padres habrán perdido una estupenda oportunidad de aprender a afrontar la frustración. Esta tendencia a abusar de los dispositivos digitales para obtener un rato de calma está cambiando las dinámicas de los comportamientos de las familias y dificulta enormemente la educación en un aspecto tan fundamental de la vida como la aceptación de los problemas y la búsqueda de soluciones viables y consensuadas.

El mensaje que estamos transmitiendo al niño con esta actitud no es otro que el de dar la espalda a las complicaciones porque un vídeo anodino nos devuelve el placer momentáneo. Pero lo cierto es que el problema seguirá allí cuando se acabe el vídeo y el niño no sabrá cómo hacerle frente.

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